Matt Georges: tras la lente

2025-11-17

Matt Georges es una de las figuras creativas más influyentes del snowboard, pieza clave en el desarrollo y la preservación de la cultura europea de este deporte a lo largo de los últimos veinte años. Tras sus primeros pasos en laboratorios de revelado, la carrera de Matt despegó a comienzos de los 2000 como becario en una revista, donde también perfeccionó sus habilidades como diseñador gráfico y creador todoterreno, impulsado siempre por su amor por la cultura del snowboard por encima de todo.

 

Desde Montpellier, donde reside, Matt es uno de los fundadores de Club Sandwich, una editorial independiente que celebra la cultura del snowboard con exposiciones, campañas y libros de fotografía que cuentan las historias reales detrás del deporte.

 

Como parte de nuestra serie «Tras la lente», en la que conocemos a los creativos que definen la cultura de la que Vans se enorgullece de formar parte, llamamos a Matt antes de la temporada para saber más sobre el hombre que hay detrás de unas de las lentes más influyentes del snowboard...

Para los que no te conocen, preséntate.

Me llamo Matt Georges. Vivo en el sur de Francia con mi esposa y nuestras tres hijas. Cogí una cámara por primera vez cuando tenía unos 15 años, sin imaginar que podría convertirse en algo serio. Así que decidí estudiar Diseño Gráfico y Dirección de Arte. Han pasado casi 20 años desde que empecé a fotografiar snowboard, y la pasión sigue tan viva como el primer día.

 

¿Cómo empezaste en el mundo de la fotografía?

El padre de mi mejor amigo tenía un cuarto oscuro en su sótano y me entró la curiosidad. Me enseñó cómo funcionaba todo. Es curioso: todo el mundo pensaba que le gustaba la fotografía paisajística, pero en realidad hacía fotos de desnudos. Un día, su mujer se enteró... y ese fue el fin tanto del cuarto oscuro como de mis primeras clases de fotografía. Su mujer lo destrozó todo, literalmente.
 

¿Y cómo progresó a partir de ahí?

Fue entonces cuando realmente me picó el gusanillo de la fotografía. Por aquella época, empezamos a viajar por Francia y Europa para participar en competiciones de skate. Aún competía en la categoría sub-14, compartiendo sesiones con nombres como Bastien Salabanzi y Lucas Puig. No hace falta decir que rápidamente me di cuenta de que no iba a triunfar como skater profesional... Pero eso me empujó a buscar otra forma de seguir formando parte de la cultura que tanto me gustaba. Así que empecé a documentarlo todo: los viajes, las sesiones, las fiestas, los amigos, la familia. Era un crío y no tenía ni idea de que eso podía acabar siendo mi trabajo. Sabía que, pasara lo que pasara, quería seguir formando parte de ese mundo. Entonces empecé a publicar en revistas de skate en Europa y, finalmente, conseguí un puesto como director artístico en Freestyler Magazine, donde realmente comenzó la aventura.

¿Cómo disfrutas de la combinación de fotografía analógica y digital?

Cuando empecé, todo se seguía rodando en película. Estoy muy contento de haber podido vivir esa transición a una edad tan temprana, del mundo analógico al digital. Creo que, cuanto más mayor uno es y más arraigados están sus hábitos de trabajo, más difícil resulta adaptarse. Por aquel entonces, era alucinante de repente tener más herramientas y nuevas tecnologías con las que jugar, sin perder la esencia de ensuciarse las manos con lo analógico. Es muy variado y hay muchas técnicas por explorar. Me encanta!

 

¿Cuáles son los retos que esto plantea?

En algún momento, la película, el papel y los productos químicos se volvieron cada vez más caros y difíciles de encontrar. Las grandes marcas no veían sentido comercial en mantener vivo el formato analógico, lo cual era comprensible, dado que se había vuelto muy caro. Por otro lado, los primeros años de la era digital parecían todos iguales: tuvimos que aprender a hacer correctamente la posproducción, encontrar un estilo coherente y perfeccionar nuestra forma de filmar. Ambos mundos tienen sus retos, y hoy en día es aún más difícil porque la fotografía es muy accesible para todo el mundo.

Al final, acababa cargando con más equipo solo para poder probar y jugar con distintas herramientas. Normalmente llevo siete u ocho cámaras diferentes en mi bolso, ¡lo cual ya es todo un desafío por sí mismo!

 

¿Cuáles han sido algunos de tus viajes más memorables?

Hace unos años trabajamos en un proyecto llamado ARCTIC ROSES, en el que recorrimos Noruega en invierno para practicar surf y snowboard. Cuando logras hacer ambas cosas en el mismo día, especialmente bajar una montaña con el mar a tu alrededor a las 4 de la madrugada, con la luz del día, es una escena que resulta imposible de olvidar.

 

¿El momento más alucinante que has vivido en un viaje?

Nos hemos llevado nuestra buena ración de momentos difíciles. Uno que destaca ocurrió recientemente en Eslovaquia. Estábamos rodando una escena cerca de la casa de alguien en una ciudad no muy grande, cuando el propietario, un anciano, salió furioso con un cuchillo de cocina del tamaño de un brazo y comenzó a correr hacia nosotros. El problema es que, si le dabas con tu tabla de snowboard o tu trípode, podrías matarlo directamente, por lo que sin duda era mejor evitar esta situación y acabar pasando el resto de su vida en una horrible cárcel eslovaca... Siempre he pensado que lo mejor es actuar con diplomacia siempre que sea posible, ¡aunque sea complicado hablar con alguien que lleva un cuchillo grande!

¿Tus lugares favoritos para fotografiar?

Me encanta la fotografía callejera, aunque a veces se puede volver algo caótico. Sin embargo, si tuviera que elegir un solo lugar, diría que Japón, por su cultura, la nieve, su gente y esa sensación única de calma que se siente cuando está en plena naturaleza.

 

¿Tus atletas favoritos para fotografiar?

Quizás alguien con muchos trucos creativos. Sinceramente, no me importa a quién fotografíe, siempre que haya buen rollo y el equipo esté completamente comprometido. Eso es lo que realmente marca la diferencia.

 

¿Qué importancia tiene el equipo con el que viajas?

Es mucho más importante que el propio deportista. Puedes ser la persona más talentosa del mundo, pero si eres un aburrimiento para viajar, a nadie le importará. Los mejores recuerdos, y el mejor trabajo, siempre surgen de la combinación de esfuerzo, buen rollo y respeto mutuo dentro del equipo.

 

¿Cuáles son algunos de los retos a los que te has enfrentado en el camino?

¡Hay muchos! Viajar para practicar snowboard nunca es fácil: siempre hay demasiado equipaje y toca ingeniárselas con las aerolíneas, lo que resulta agotador. Lo único que quieres es un viaje tranquilo, pero eso casi nunca ocurre. Y luego está todo lo demás: la policía, los riesgos de avalanchas y todo tipo de peligros que acechan en la montaña. Definitivamente no es un paseo por el parque, pero eso es lo que lo hace tan bueno.

 

Sin algo de caos y desafíos, todo sería demasiado aburrido.

 

¿Cuáles han sido algunos de sus viajes favoritos con Vans hasta la fecha?

Una vez en Londres, después del estreno de una película de Vans en la House of Vans (RIP), el local cerró… pero unos 30 de nosotros queríamos más fiesta. Así que nos subimos al primer autobús rojo que vimos, le dimos unas monedas al conductor para que hiciera la vista gorda y ocupamos por completo la planta superior. Convertimos el bus en una fiesta rodante hasta la última parada. Sin duda, algo para el recuerdo. También he trabajado en un proyecto llamado TRIPLE, donde exploramos los tres campos del snowboard: Street / Backcountry / Park. ¡Ese viaje fue una pasada!

 

¿Hay algún fotógrafo al que admires y que haya inspirado tu trabajo?

Es una pregunta difícil, hay muchos, y mis gustos siguen evolucionando con la edad y la experiencia. Pero en nuestro mundo, hay algunos nombres que realmente me inspiran a superarme: Carlos Blanchard, Cole Barash, Silvano Zeiter, Brian Gaberman, Sem Rubio y Aaron Schwartz.


 

Háblanos del Club Sandwich.

Hace unos años, me sentía frustrado con la calidad de las revistas: demasiados anuncios, papel barato y una impresión deficiente. Simplemente ya no me parecía la forma adecuada de mostrar la fotografía. Así que junto con Perly (Julien Petry), otro fotógrafo, creamos una editorial independiente llamada Club Sandwich.

 

La idea era simple. Crear libros-objeto coleccionables y de alta calidad que muestren nuestro trabajo, y el de otros fotógrafos, de manera más significativa que unas simples páginas en una revista. Cada lanzamiento cuenta con un artista invitado que diseña una caja personalizada, incluyendo un par de revistas o libros (uno por fotógrafo). Cada caja está numerada, limitada a 500 copias y tiene un precio asequible. Ir a la montaña ya es bastante caro, así que quería que el proyecto fuera sencillo, pero con los mejores ingredientes.

 

Publicamos una edición al año con una nueva selección cada vez, de ahí viene el nombre de Club Sandwich: la misma receta, ingredientes diferentes. Desde entonces, también nos hemos aventurado en la publicación de libros ilustrados y hemos convertido Club Sandwich en un estudio creativo. Colaboramos con marcas, organizamos exposiciones y creamos campañas, equilibrando el aspecto comercial con nuestra pasión desinteresada por publicar el arte que nos inspira.

 

Con Club Sandwich siempre lo habéis petado, dando vida a los viajes y la fotografía con expos, estrenos y todo tipo de momentos reales que hacen que el arte cobre vida. ¿Qué importancia tiene para ti ese sentido de comunidad en el snowboard?

Hacemos todo lo posible por mantener viva la llama reuniendo a la gente. En invierno estamos todos repartidos por el mundo, así que las expos, estrenos y eventos son la excusa perfecta para reconectar, compartir ideas y conocer gente nueva. Ese sentido de comunidad mantiene viva la cultura y nos impulsa creativamente a crecer y mejorar.

 

¿Algún último mensaje para internet?

Gracias por invitarme. Sal ahí fuera, deja el móvil un rato y lánzate a aventuras de verdad. ¡El mundo te espera! (Pero lleva tu móvil a mano para hacer fotos...)